En un blog dedicado a la
cultura y la música oscura, creo que este tipo de publicaciones son apropiadas
porque a pesar de que el material que voy a reseñar es extremo, no es apto para
todxs y me sorprende sobremanera que esté en Youtube, es algo que sirve como
reflexión. Un empaque, una envoltura profanada que se diluye en el tiempo eso
es lo que somos, solo quedan las huellas de nuestros actos malos o buenos, pero
los actos ante la inmensidad del universo también desaparecen.
Lo reseño porque me tocó
ver esto de cerca, personalmente yo viví por una zona cercana que muestra este
documental en los noventas, una zona céntrica de la ciudad de Bogotá que fue
demolida para construir un gran parque que hoy en día abarca de unas ocho a
diez manzanas aproximadamente. En la época que presté servicio militar hacíamos
servicios como recreación con niños de escuelas en
la antigua zona deprimida del cartucho, un lugar de un surrealismo brutal. La
miseria sometía a la esperanza mientras que le sonreía con su boca desdentada. Uno
podía contemplar la transformación de una inocente chica a causa de las drogas
en cuestión de semanas en un ser irreconocible. Redes de microtráfico peleando
por la zona, mujeres dispuestas a vender su cuerpo por una dosis de bazuco
(pasta de coca), cuerpos inertes que aparecían con los primeros rayos de sol
sobre el asfalto eran el pan de cada día.
Este documental fue
dirigido por el japonés Tsurisaki Klyotaka un reportero gráfico de Nota roja
entre 1996 y 1998. Gira en torno a Froilán Orozco un humilde embalsamador que
se gana la vida preparando los cuerpos de personas de bajos recursos en una
humilde funeraria llamada “El divino rostro” en el desaparecido barrio Santa
Inés al lado del instituto de medicina legal. A pesar de lo sencillo de la
filmación, no sé quién fue el encargado de musicalizar el material, el caso es
que esa melodía de piano que inicia la cancíon “Mírame“ de Richie Ray secuenciada
de una manera obsesiva oscurece la atmósfera del documental. Todo se desarrolla
en la época del auge de los paramilitares, la tomas guerrilleras y ese punto
geográfico en Bogotá sintetizaba muy bien la violencia y la impunidad de un país
como Colombia.
La persona que subió
este video en su canal de Youtube parece ser alguien interesado en medicina forense o tal vez tanatopraxia, pues su canal tiene este tipo de contenidos. El documental impacta no solo por las
imágenes de disección y preparación de cadáveres reales, sino también por el
entorno. La forma como Orozco algunas veces junto a su aprendiz en unas
condiciones bastante humildes trabaja en esa especie de cuarto de no más de
seis metros cuadrados para arreglar a sus muertos. Hay cosas interesantes que a
veces se pierden porque obviamente el audio es precario (sin micrófonos, solo
el de la cámara) en el que se hablan de cosas como por ejemplo el costo de la
preparación de un cuerpo en una funeraria como La Gaviria, que es una de las
más reconocidas en la ciudad, en la que cobran ocho veces lo que cobra Froilán
Orozco haciendo el mismo procedimiento en esa zona marginal de la ciudad. Lavar
las vísceras, impregnarlas con medio frasco de formol para así retrasar el
proceso de descomposición. Meterlas en el cuerpo y rellenar este con trapo para
cubrir los vacíos y que se vea lo más natural posible, coser con hilo que
parece ser de cáñamo. Peinarlos, afeitarlo si es hombre, maquillarla torpemente
con unas sombras baratas si es mujer y de paso cubrir las heridas, hematomas y
suturas que hayan en la cabeza. La rutina de preparar los difuntos a veces los
hace ver como trabajadores de ebanistería. Se hacen tomas de las herramientas rudimentarias
del embalsamador quien a pesar de trabajar en condiciones precarias procura ser
honesto con su trabajo, declarando que hay gente que hace el trabajo a medias,
provocando que el cuerpo se corrompa más rápido en los velorios. En muchas
escenas aunque tiene su ayudante, Froilán Orozco trabaja solo ayudado por unas
correas para poder él solo levantar los cuerpos y trasladarlos directamente al ataúd.
Esta circunstancia terminará por agravar una hernia de la cual se encuentra en
proceso de recuperación y terminará falleciendo durante la grabación del
documental. Impacta también la frialdad cotidiana ante la muerte. Escenas alternas
de cuerpos inertes en las calles de la ciudad y la curiosidad de los niños
mirando con binoculares un levantamiento mientras juegan. El mundo sórdido y
delirante de un consumidor de bazuco, un tipo díscolo trabajador de la zona
hablando en un falso inglés para la cámara añade un toque de retorcido humor al
documental. Recuerdo que de adolescente era natural pasar por la zona del San Bernardo
y ver la gente velando sus muertos en la calle.
Terminé escribiendo también
este documental, porque mirando por la red vi reseñas un tanto morbosas sobre
este material, creo que lo ví con respeto y hallé algo muy humano en él, a
pesar de lo grotesco que puede ser, a veces una cachetada de la realidad sienta
bien en estos días plásticos. Obviamente sobra comentar que esto no es para
todxs, son cosas para ver con respeto. Es muy probable que algo se aprenda,
pero si usted le afecta ver imágenes
extremas absténgase de verlo. Esto no es gore, ni es una película snuff, es la
verdad que aguarda en las calles en cualquier esquina, no solo de Bogotá sino
de muchos lugares en América Latina.
En caso de que algún día lo retiren de Youtube, se puede conseguir por Soulseek.
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